Katana, wakizashi y tantō.

En el Japón feudal, el daishō (literalmente "grande y pequeño") se refería al par de espadas que llevaban exclusivamente los samuráis: la katana larga y la wakizashi más corta. Esta combinación no era arbitraria. Simbolizaba su estatus social y su código de honor: fuerza, lealtad y deber.
La katana, temida herramienta afilada y ceremonial, encarnaba la nobleza del combate. El wakizashi, a menudo utilizado en espacios reducidos o para rituales de seppuku (suicidio ritual), representaba la lealtad extrema, incluso hasta la muerte.

En las artes marciales japonesas, esta máxima (表は礼、裏は術) resume una profunda filosofía: lo que se muestra(omote) es etiqueta, respeto y educación; lo que se oculta(ura) es técnica, estrategia y eficacia real.
En el budō tradicional, las técnicas omote se enseñan primero: son visibles, codificadas y a menudo demostrativas. Pero tras esta fachada se esconde el ura: técnicas más sutiles, a veces secretas, que se transmiten a los discípulos avanzados.
Esta dualidad refleja el espíritu japonés: la importancia de la forma y el respeto por los códigos sociales, pero también la conciencia de que la verdadera maestría reside en lo que está oculto. En la práctica marcial, esto se traduce en una progresión de la superficie a la profundidad, de la apariencia a la esencia.